Nuestros sueños de transformación continúan vigentes.

Carlos Cotto

Escribir en el 23 aniversario de REDES no resulta fácil. Han pasado tantas cosas en todos esos años que no se sabe cómo comenzar. Si algo se puede decir es que REDES ha estado presente durante casi un cuarto de siglo, dando respuestas concretas a comunidades y organizaciones locales ante los graves procesos de exclusión y empobrecimiento que seguimos enfrentando después de todo.

23 años se dice fácil, pero celebrarlos resulta comprometedor, sobre todo si se quiere ir más allá de un recuento de sucesos y se trata de profundizar en la memoria histórica y colectiva de esta organización, de los territorios y de los socios que forman parte de la Fundación REDES.

Los años de la guerra durante la segunda mitad de la década de los 80 configuraron un escenario en el que se concretaba la repatriación de las comunidades desplazadas por la tierra arrasada y se vivía en carne propia la necesidad de reconstruir los medios de vida en las repoblaciones y de obtener recursos internacionales para cubrir estas necesidades inmediatas y también otras de carácter estratégico en el contexto de la guerra. Fue a partir de 1987 que comienza el debate y la Resistencia Nacional, miembro del FMLN, toma la decisión de avanzar decididamente en la creación de una organización legal, en tiempos de guerra, para lograr este cometido con el apoyo de la solidaridad y de la cooperación internacional.

Varios cuadros implicados en esta decisión, fueron delineando cómo debería de avanzarse en el cumplimiento de esta tarea. Comenzaron a moverse los hilos de las relaciones nacionales e internacionales para que 2 años después, justo 2 meses antes de la ofensiva de 1989, 7 compañeras y compañeros firmaran, en un sencillo acto frente a un notario y algunos testigos, el acta de constitución de la Fundación Salvadoreña para la Reconstrucción y el Desarrollo – REDES.

Detrás de los fundadores que quedaron expuestos a la luz pública en esa difícil coyuntura, estaban las organizaciones territoriales que le dieron la chispa inicial de vida a la Fundación REDES. Entre ellas se encontraban el Comité de Repobladores de Cuscatlán y Cabañas, CRCC, Comunidades Cristianas Campesinas de San José Villanueva, CODITOS en Tonacatepeque, DIMECONU en Usulután, ADECOSAL en Morazán. Estas organizaciones, dignas representantes de las poblaciones y repoblaciones de las zonas de acumulación histórica y política de la Resistencia Nacional, fueron los referentes directos e inmediatos de las primeras acciones estratégicas que se emprendieron en aquellos días.

REDES salía a la luz en un entorno hostil y de alto riesgo, con el pastor bautista Carlos Sánchez como el primer presidente de la Fundación y con Roberto Alfaro como su primer director, éste último arrancado de las filas militantes de la solidaridad que durante toda la década se había venido construyendo en California y en muchos otros lugares del mundo. A esta escena su sumaron los primeros 10 mil dólares que una compañera solidaria norteamericana aportó como fondo semilla para la naciente organización.

Los primeros 3 años fueron difíciles y llenos de retos, entre ellos abrir la primera oficina que temporalmente se situó en un callejón aledaño a la avenida Bernal casi esquina con la Calle a San Antonio Abad. También se tuvo que formar el primer equipo técnico, formular los primeros proyectos e iniciar el trabajo de reconstrucción en las zonas de guerra.

Los acuerdos de paz en enero de 1992 marcaron el inicio de otra etapa. REDES participa con un importante rol de liderazgo en el Programa de Reconstrucción Nacional, formando parte importante de los grandes programas de reinserción de excombatientes, de transferencia de tierras, de los programas agropecuarios y de crédito, de la atención a los refugiados, de los programas de vivienda para excombatientes y algunos más.

Fue en 1993 que el Ministerio del Interior de aquel tiempo, 4 años después de presentar los papeles, aprobó la personería jurídica de la Fundación, justo en el momento en que una Asamblea Legislativa que no contaba todavía con una representación de la izquierda, aprueba la Ley de Asociaciones y Fundaciones sin Fines de Lucro y con ella las regularizaba poniéndole límites a varias funciones específicas, sobre todo las de carácter político, en organizaciones como la nuestra que llevaban la política en la sangre y en el ombligo.

Aunado a ello, REDES se ve en la necesidad de ampliar su Asamblea General de socios, incorporando a un total de 5 organizaciones fundantes y 22 personas naturales, originarias en su gran mayoría de las zonas de acumulación política que la vieron nacer.

A lo largo de la década de los 90’s, REDES experimenta retos a los que nunca se había enfrentado. Se da un fuerte crecimiento en la cantidad de personal técnico, en las instalaciones físicas y equipamiento en la ciudad y en los municipios, y también incrementaron significativamente los volúmenes de fondos de la cooperación, que había que administrar. Ese proceso no estuvo libre de contradicciones, cuestionamientos y críticas por parte de los socios locales y territoriales que vivenciaron los problemas de ese desmedido crecimiento que surgió de la coyuntura y del momento histórico que se vivía.

En 1998, un desastre no tan natural, nos pone frente a la cara, la alta vulnerabilidad que todavía vive nuestro país. El paso del huracán Mitch y posteriormente los terremotos de enero y febrero de 2001, nos obligan a incorporar nuevas perspectivas en el enfoque de trabajo. Nos damos cuenta que todo proceso, por interesante y sólido que sea, se puede venir abajo si no se toma en cuenta los riesgos a los que se enfrenta. Más que atender a la población que enfrenta los efectos de los desastres que sí lo hemos hecho, se comprende que es necesario conocer, prevenir y gestionar el riesgo que enfrenta toda infraestructura, plan, estrategia o acción que se realice en el territorio, en la economía y en la sociedad.

El boom de la reconstrucción de viviendas post-mitch y post-terremoto durante el inicio de la primera década del siglo XXI, se convierte en una gran ola en la que REDES también aprende a navegar, ola que nos lleva nuevamente a una nueva coyuntura de crecimiento institucional que también tuvo lo suyo, en cuanto a desgastes, contradicciones y también logros, resultados y lecciones. Estos dos eventos desastrosos, nos llevan a ampliar las fronteras de nuestra actuación, yendo más allá de los territorios históricos, consolidando el reconocimiento que como organización comenzamos a ganar desde la década anterior.

La precaria situación económica de la población de nuestras zonas de trabajo, nos lleva a plantear a partir de la segunda mitad de la década, que no basta con aprender nuevas formas de producir o con proporcionar los insumos necesarios para ello.

Esto nos lleva a incursionar en un conjunto de acciones económicas basadas en la comunidad que combinan las capacidades productivas y de transformación, con las redes y cadenas locales de productoras y productores, de negocios y emprendimientos que colaboran en función de los intereses comunes del intercambio y la comercialización, con el desarrollo de alternativas de financiamiento de la actividad económica mediante estrategias basadas en la comunidad. Asimismo, se impulsa el desarrollo e intercambio de la capacidad y conocimiento de campesina a campesino, incluso con la utilización de un sistema monetario complementario a través de los vales UDIS, lo cual nos da una nueva perspectiva y nos posiciona como un actor relevante a nivel nacional en el impulso de la economía solidaria.

Se profundiza la mirada hacia las viejas y nuevas formas de organización social y política a nivel territorial promoviendo la articulación de las organizaciones en forma de red, ampliando el horizonte de relaciones entre REDES y organizaciones de base en el ámbito comunitario, en alianza y coordinación con comités de mujeres y jóvenes, así como con juntas comunitarias de agua y comités ambientales que reivindican el derecho humano al agua. Se refrenda el compromiso en el apoyo a los procesos de recuperación de la memoria histórica, que nos permita explicarnos cómo y de qué forma es que hemos llegado hasta donde estamos.

Hemos logrado muchos buenos resultados, hemos aprendido de los errores y las fallas, seguimos adelante impulsando estrategias de transformación basadas en el territorio, combinando el cercano vínculo con nuestras organizaciones de base y con un equipo de trabajo que se distingue por su capacidad y su compromiso. Somos una organización que ha derribado el sectarismo y que ha incorporado tanto en sus organizaciones socias como en su equipo de trabajo, a una pluralidad de expresiones y pensamientos que son diversos en su origen, pero que coinciden en sus objetivos de transformación estructural de la sociedad, desde los intereses de la clase trabajadora.

Nuevos horizontes de planificación, metodologías innovadoras y alternativas nos abren nuevas perspectivas, una política que busca lograr la equidad de género en el trabajo y en la organización, un esfuerzo por comunicar mejor todo lo que hacemos e incorporar la investigación como una estrategia efectiva de trabajo que nos abre nuevas perspectivas.

El día de hoy, a 23 años de la creación de esta organización, en pleno siglo XXI podemos afirmar con propiedad y dignidad, que hemos hecho los esfuerzos a nuestro alcance por estar presentes y por dar respuestas frente a los principales procesos y problemas sociales, económicos y políticos del país, y de los territorios donde nos movemos. A lo largo de todos estos años hemos estado ahí, haciendo presencia frente a los procesos de repatriación, de reinserción, de reconstrucción, de respuesta humanitaria, de organización, de prevención de riesgos, de brindar respuestas ante la exclusión económica y social, de recuperar la memoria.

Al día de hoy podemos decir que nuestros sueños de transformación continúan vigentes. Hemos tenido la capacidad de hacer todo lo que hemos hecho reconociendo el sudor y la sangre de quienes ofrendaron sus vidas en este proceso de lucha por la transformación estructural, reconociendo el papel que jugaron los que ya no están entre nosotros. Aquellas mujeres y hombres a quienes nos debemos porque se arriesgaron por nosotros, porque lo dieron todo y porque gracias a ellas y ellos podemos estar hoy aquí, haciendo el esfuerzo por seguir su ejemplo, por continuar la lucha que ellas y ellos heredaron de nuestros antepasados, en esa búsqueda de transformación que nació de la injusticia y de ver un día realizados esos sueños de cambio tan anhelados.

San Salvador, 14 de septiembre de 2012.

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Fuente: Carlos Cotto

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